martes, 6 de mayo de 2014

Quien?

Hola,  soy Niní. Tengo 31 años, dos hijos, Fermín y Vida...y dicen que soy hippie.
No sé en qué momento me transformé...o sí. Es que en realidad no fue UN momento, fue una sumatoria.  Si me hubieran visto hace 6 años atrás jamás lo hubieran sospechado (yo tampoco). Si me hubieran conocido hace 10 años atrás MENOS!!
Pero pasó. De mi ser cool, sexy, atrevida...no quedó nada (o casi nada mejor). De esa joven que sentía que tenía que competir con las demás mujeres por trabajo, por miradas, por hombres, por TODO! De esa que era irónica, sarcástica, muchas veces cruel; que menospreciaba, que se sentía superior (a quien??), que tuvo amores enfermos, que tuvo sexo solo por rebelarse, por encajar (adonde??); que siempre se sentía a prueba, metiendo la panza, usando push up, maquillándose, planchándose el pelo, subida a los tacos, pisoteando...si, pisoteando a quienes consideraba menos, o a quienes creía que debía dejar atrás en esa loca carrera hacia la nada misma que es ser joven, estudiar y trabajar en una gran ciudad; de esa joven no quedó prácticamente nada.
Fui mutando, me fui desvaneciendo. Me estrellé, me hundí, lloré, grité, sangré, me sentí morir. Y renací. De esas cenizas volví a nacer. Y fui mejor, crecí. Y aunque aún estoy lejos y me falta muchísimo, aprendo. Todos los días, a cada momento, aprendo. Y eso, solamente eso, ya me hace sentir mejor.
Me convertí en madre. Y digo “me convertí” porque fue una conversión. Fue un desdoblamiento de mi alma. Fue cambiar en todos los sentidos, mis sentidos. Fue abrir los ojos. Abrir la mente. Y sobre todo abrir el corazón. Fue convertirme en una antena que empezó a captar un mundo sutil, un mundo que se abría frente a mí como un precipicio. Fue dejarme caer en él.
Fue encontrar brazos amigos, maternales, de otras mujeres que estaban ahí para mí. Fue necesitar y buscar tribu. Fue hermanarme con las de mi sexo. Comprender, en lo más profundo de mi ser, que somos hermanas, madres, hijas...todas la misma, todas la Pacha. Fue re-conocer lo grandioso de ser mujer, de ser mamífera, de ser ancestral. Fue conectar con siglos de sabiduría femenina.
Fue entender lo mal que nos hacen las costumbres patriarcales que nos enfrentan, nos ponen a competir, nos hacen enemigas de nuestras propias hermanas por una migaja de atención masculina. Nos hacen sentir que necesitamos definirnos a través de lo masculino. De “ser alguien” a través de la exposición de nuestro cuerpo, o el sacrificio de dejar de lado nuestro ser más potente, más espiritual, más sensible, para ser “exitosas”.  Eso que nos hace creer que si somos madres somos menos, que la última rebelión es ser como el hombre.
Fue comprender que fuimos, somos y seremos distintas. Somos mujeres, la vida corre dentro nuestro, podemos gestar, creamos. Entender que la verdadera libertad no es “hacer lo mismo que ellos”, sino ELEGIR sin ningún tipo de presión, de mandatos, de supuestos. Elegir aquello que realmente deseo. Elegir ser todo lo que puedo ser. Elegir formar o no una familia. Elegir si realmente deseo o no tener hijos. Elegir por sobre mi cuerpo, si quedo embarazada. Elegir querer criarlos sin ser considerada una mantenida. Elegir no tenerlos sin ser considerada una desalmada.
Darme cuenta de lo doloroso que es sentirse juzgada, sobre todo por otras mujeres. Por esas mujeres que siguen sintiendo que por sus elecciones o su estilo de vida son mejores que vos. Porque, casi sin querer diría, las queremos...porque somos una y somos hermanas.
Darme cuenta que la verdadera revolución es hacernos visibles, es entretejernos, es armar una red. Darme cuenta de que estamos criando a la siguiente generación y de que eso nos hace responsables.

 Darme cuenta que la crianza es la manera de cambiar el mundo. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario